Baltasar Gracián escribió que “para los jóvenes la muerte es un naufragio y para los viejos es llegar a puerto”. En la mayoría de los casos esto es cierto, pero cuando ves que dos personas cercanas a ti se van de este mundo no te preguntas dónde llegaron, sino por qué se fueron y qué dejaron.
La muerte puede ser dura de aceptar pero es una experiencia común a cada ser humano, incluyendo a cada líder. Ya sea porque nuestro tiempo en una organización termine o porque nos llegue la hora de irnos a otro mundo, necesitamos planear nuestra partida y asegurarnos de que el equipo siga adelante sin nosotros.
En la Biblia quedó registrado un ejemplo de lo que hablo. 1ra Cronicas 22 dice que cuando el rey David supo que su tiempo se acercaba y que no podría terminar el templo del Señor, hizo dos cosas que nosotros podemos imitar.
1. Preparación.
David se dio cuenta de que Salomón, su heredero al trono, era un joven sin experiencia. Entonces David hizo lo que cualquier padre haría: preparar todo lo necesario para que su hijo creciera, se desarrollara y tuviera éxito.
2. Provisión.
La casa del Señor era una visión extraordinariamente magnífica y David se dio cuenta de que su hijo no lograría cumplir el objetivo si no tenía la provisión necesaria. Como líderes debemos asegurarnos de proveer los recursos necesarios para que nuestros sucesores puedan alcanzar la visión que le hemos trasmitido.
Cada líder necesita preparar a la próxima generación para tener éxito y proporcionar todo lo que esté a su alcance para ayudarlos. Después de todo, si un líder sobrevive a su visión, esa visión es demasiado pequeña.
¿Cuál es el legado que estás dejando a la próxima generación? Creo que sería muy triste que tu visión muera cuando tú te hayas ido.