Una tarde cualquiera quise ir a correr, pero mi esposa me dijo que considerara su esfuerzo y estuviera a tiempo para la cena. Fue un momento de prueba. Tenia la opción de no hacer caso a su reclamo y correr por una hora, o caminar por 15 minutos y estar presente para comer junto a toda la familia. Escogí la segunda opción.
Cuando estaba caminando esa tarde, escuchaba The Great Man Podcast de Stephen Mansfield. El episodio era sobre Dios y la masculinidad (God and Manhood). Mansfield es un autor y conferencista famoso, con una pasión intensa para formar y desafiar hombres. En este episodio él dijo: ‘Quisiera que consideres lo siguiente. Si hay un Dios y si Él te creó, entonces Él te creó como un hombre. Por supuesto, todos sufrimos heridas y deformidades que perforan el alma y el corazón, evitando que nos convirtamos en los hombres que debemos ser. Pero, nuevamente, si hay un Dios y si Él te hizo, entonces Él desea que cumplas tu destino de convertirte en un gran hombre. La buena noticia es que Dios puede restaurarte y rehacerte de acuerdo al plan que fuiste creado para ser. Pídele a Dios que ejerza Su poder en tu vida y te ayude a ser el hombre que debes ser.’
Yo creo que Dios me creó. También estoy consciente de las heridas en mi alma, aunque no se cuantas son. Este verano he sufrido descalabros emocionales, consecuencias de eventos que han tocado viejas cicatrices que no estaban totalmente sanas. Creí que las había superado, otras ni siquiera sabía que las tenía, pero estas laceraciones crearon traumas que programaron mi cerebro para hacerle frente a situaciones similares encerrándome en mis pensamientos. Este es un fenómeno trágico pero universal.
Casi todo el mundo ha experimentado un evento de dolor o tragedia, pero cada persona trata de sanar o recuperarse del sufrimiento de manera distinta. Quizás hay algunos que logran seguir adelante sin efectos colaterales, mas este no es el caso de la mayoría. Casi todo el mundo está viviendo con cicatrices que no han sanado completamente.
Leía el otro día sobre un profesor que fue apresado porque intento abusar sexualmente de su hijastra. Las autoridades descubrieron que era un adicto a la pornografía y lo enviaron a un lugar de rehabilitación. El profesor comenzó a sufrir dolores de cabeza. Luego de una resonancia magnética, encontraron que tenía un tumor cerebral. Después de remover eso, la adicción y el dolor de cabeza desaparecieron. Pero lamentablemente volvieron cuando el hombre recayó en viejos hábitos.
No pude evitar pensar en eso. Hasta qué profundidad nuestras acciones pueden afectar nuestro cerebro, también nuestra vida. La mayoría de veces estamos actuando en piloto automático, porque es la manera en que el cerebro ahorra energía. Mientras más repetimos una acción, más fácil será repetirla la próxima vez. Si esta acción es tóxica o dañina, entonces nuestro cuerpo entero sufrirá las consecuencias. Ese es el problema con las adicciones.
Escuché algo super interesante en una charla el otro día. El pastor hablaba sobre la conexión entre las acciones, los pensamientos y las emociones. Él decía que cada persona puede controlar dos de estas tres cosas. Podemos controlar lo que hacemos, también lo que pensamos, pero no controlamos lo que sentimos. Es difícil tener emociones sanas cuando tus pensamientos y tus acciones están dañados, porque tu personalidad quiere mantenerse integrada. Si una persona piensa que es un fracaso, actuará y se sentirá como un fracaso. La clave para cambiar las emociones y la manera en que nos sentimos, es cambiando lo que hacemos y pensamos. Por eso el apóstol Pablo le pidió a los cristianos en Roma que «ofrecieran sus cuerpos como sacrificios vivos… y renovaran su manera de pensar».
Últimamente me doy cuenta lo importante que es aprender a pensar correctamente. La palabra de Dios juega un papel muy importante en esto, pero también la enseñanza y la amistad de otras personas que piensan bien. La mayoría de veces nuestras acciones obedecen nuestros pensamientos. Si pensamos y actuamos bien, entonces nos sentiremos bien. Esa es la clave para la transformación integral de una persona, para la restauración completa de nuestro ser.
No basta con aprender la doctrina bíblica y ser ‘discipulado’ en nuestro espíritu. Si no aprendemos a cambiar nuestra manera de pensar y actuar, tendremos que sobreponernos a muchas turbulencias. Necesitamos un discipulado integral.
En estos días donde he descubierto traumas emocionales en mi alma, estoy agradecido por la claridad y el poder que tiene la Verdad de Dios expresa en Su palabra. Pero aún más por la ayuda de mi familia y amigos, especialmente mi esposa, pues ellos han resistido y lidiado con mis desplomes emocionales. Aunque por momentos sea difícil, mis sentimientos están comenzando a seguir mis pensamientos y acciones.
Este ha sido un viaje con altas y bajas. Al principio ni siquiera sabía por qué hacía lo que hacía. No puedo describir todos los problemas que esto ha causado en mis relaciones. Luego comencé a prestarle atención a lo que sentía y el papel que mis emociones jugaban en mis acciones. Mi esposa me ayudó bastante con este paso. Pero identificar lo que sentía no era suficiente, también necesito aprender a manejar mis emociones y no dejar que me controlen si no quiero. Esta parte es donde mis pensamientos están influyendo grandemente y es en la fase donde estoy ahora. ¡Que Dios me ayude!
Cuando volaba de regreso desde Orlando, estaba viendo El cerebro creativo, un documental acerca de la creatividad. El cerebro tiene una capacidad asombrosa para asociar estímulos y reacciones, pero también para desconectar viejos patrones creando nuevas conexiones. Entendí que no sería fácil renovar mi mente y sanar mis emociones, pero tampoco será imposible.
Una manera de sanar heridas emocionales y lidiar con el trauma es creando algo. Muchos inventores y artistas redirigen la energía que sus emociones produce hacia proyectos creativos. En mi caso, estoy creando historias y escribiendo lo que siento a través de personajes en mi narrativa. Mi oración es que Dios me restaure y me convierta en el hombre que debo ser. Mientras tanto espero que todo lo que soy, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.