La gracia de Dios es sublime, maravillosa, abundante, justificadora, envolvente, santificadora, enriquecedora, vencedora, suficiente y más allá de la comprensión humana. Es por la gracia de Dios que podemos ser libres del poder del pecado y la muerte, podemos acercarnos a Dios y recibir el auxilio en tiempos de angustia, podemos vivir de forma piadosa y digna del llamado que Él nos ha hecho, podemos reinar con Cristo y extender su reino a los confines de la tierra, podemos acceder a sus riquezas en gloria y mucho más.
Sería un intento fútil tratar de describir la inmensidad dimensional de la gracia de Dios, pues su gracia es el diamante más bello que un ser humano puede ver. Las facetas son ilimitadas y multiformes. Los aspectos son inagotables. Sus atributos incontables, incomparables y a veces también, incomprensibles.
El apóstol Pablo escribió sobre la gracia de Dios bastante, pues él pudo experimentarla personalmente. Fue por la gracia de Dios que Pablo pudo conocer a Cristo, al igual que todos los que hemos conocido al Señor (la lista es interminable, desde Abraham hasta la eternidad). Por la gracia de Dios somos lo que somos.
Es por la gracia de Dios que podemos regocijarnos en nuestras debilidades, en el sufrimiento, en la espera; cuando entendemos que su gracia es suficiente, vemos el poder de Dios perfeccionándose en nuestra debilidad (2 Corintios 12:9).
Siendo honesto contigo, pienso que este es uno de los versículos más difíciles de digerir, comprender o explicar. ¿Cómo es posible que mis debilidades sean usadas para que el poder de Dios sea perfecto o completo?
La respuesta vino a mi durante esta semana: cuando la gracia de Dios es suficiente, puedo perseverar en el sufrimiento porque en Dios tengo todo lo que necesito. Mis angustias, dolores, pensamientos depresivos, ansiedades, etc., tienen su origen en una mentira. Esa mentira es que Dios no puede satisfacer mis necesidades y por lo tanto, necesito algo más que no tengo todavía. Pero cuando veo a Cristo y toda su gloria, puedo llenarme de gozo, admiración y convicción de que tengo todo y mucho más de lo que necesito.
Cuando la gracia de Dios es suficiente mi alma está satisfecha en mi creador. No importa la prueba o dificultad que esté enfrentando, puedo perseverar porque confío en la bondad generosa de mi Salvador y Señor Jesucristo.
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Cuéntame, ¿cómo respondes a las dificultades en la vida? ¿Crees que la gracia de Dios es realmente suficiente?