
El mundo está lleno de ejemplos de romances malos. Si no me crees, mira el caso de Johnny Depp y Amber Heard.
Johnny Depp sintió una conexión con Heard cuando trabajaban juntos en una película, durante una escena que requería que sus personajes se besaran en la ducha. Seis años despues se casó con la actriz (después de separarse de Vanessa Paradis, la madre de sus hijos). Al principio todo iba bien. Era una relación apasionada.
15 meses después, ella lo acusó de violencia familiar y lo demandó. Ahora se parece que era al revés. Qué te digo…
Y qué tal el caso de Will y Jada Smith. El actor pensaba que ser exitoso era la clave de la felicidad. Will imaginaba que su matrimonio estaba bien porque tenia dinero, fama y éxito. Pero todo era una ilusión. Su relación estaba pasando por momentos difíciles.
Entonces Jada fue infiel, o como dice la historia, tuvo un «enredo» con un rapero. Era claro que no eran felices. Por eso Will y Jada entraron en un matrimonio abierto. Se convirtieron en «compañeros de vida». Ellos querían un matrimonio feliz con un romance malo.
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Ahora bien, con tantos ejemplos malos, ¿será posible tener un romance bueno con Dios? ¿Podemos aprender a desarrollar una relación romántica sana con Dios, evitando una relación tóxica con el mundo?
Veamos lo que dice Jeremías 2:1-2 en la NBLA
1 »Y vino a mí la palabra del Señor: 2 «Ve y clama a los oídos de Jerusalén, diciendo: “Así dice el Señor:
‘De ti recuerdo el cariño de tu juventud,
Tu amor de novia,
De cuando me seguías en el desierto,
Por tierra no sembrada.
El profeta Jeremías advirtió a los habitantes de Jerusalén sobre el juicio de Dios. Pero, ¿por qué quiso Dios castigar a su pueblo?
Bueno, lo primero que debemos saber es que el Señor y el pueblo de Israel estaban en una relación intima y amorosa. Ellos tenían un Pacto. Dios y el pueblo de Israel estaban casados.
Dios le prometió su amor leal y eterno a Israel. Sin embargo, su pueblo le fue infiel con otros dioses, muchas veces. Ellos se apartaron «tras vanidades que ni ayudan ni libran, pues son vanidades» (1 Samuel 12:21).
Aún así «el Señor, a causa de Su gran nombre, no desamparará a Su pueblo, pues el Señor se ha complacido en hacerlos pueblo Suyo» (1 Samuel 12:22). ¡Wow! Eso es amor del bueno.
Entonces, ¿cómo podemos enamorarnos de Dios con todo el corazón y rechazar las ofertas tentadoras de otros amantes?
Para eso necesitamos entender las etapas de una relación romántica.
Todas las relaciones románticas pasan por etapas. Así mismo, nuestra relación con Dios. El libro Falling in love with Jesus, de las autoras Dee Brestin y Kathy Troccoli menciona tres etapas de nuestro amor a Dios.
Etapa 1: Amor joven
De ti recuerdo el cariño de tu juventud,
Tu amor de novia…
El Señor comienza diciendo: recuerdo cuando eras joven, tu amor de novia. Aquí se está refiriendo a Jerusalén (que representa el pueblo de Dios). Jerusalén amaba solo a Dios, como una novia enamorada.
Esta es la primera etapa de una relación romántica con Dios. Una etapa llena de cariño, bondad, y fidelidad. Una etapa donde Dios es el único enfoque. Una etapa donde estamos enamorados. Es una etapa bella.
¿Recuerdas lo que sentiste cuando recibiste a Cristo en tu corazón? ¿Qué sentiste cuando tus pecados fueron perdonados? Seguramente sentiste mariposas volando dentro de tu alma.
En mi caso, yo recuerdo sentir alivio. Fue como llegar a casa y quitarme una mochila pesada de los hombros. Sentí paz y calma. Estaba seguro de mi eternidad.
Para mucha gente, esta etapa es emocionante. Es conocida como «el primer amor». Todo es inspirador y hermoso, porque están enamorados de Dios. Están dispuestos a lo que sea por él.
Si te encuentras en la etapa de un amor joven con Dios, aprovecha para desarrollar fundamentos fuertes.
Aquí necesitas aprender a orar, a leer la Biblia, ayunar y diezmar, a congregarte y formar amistades con tu familia espiritual. Eso es vital para tu fe. El creyente que anda solo, está más vulnerable a los ataques del enemigo.
En esta etapa no queremos faltar a la iglesia porque tenemos una pasión por Dios que es insaciable. Tampoco queremos faltar a otras actividades de la iglesia.
Recuerdo que yo asistía a todos los servicios, estudios bíblicos, retiros, reuniones de oración, días de limpieza, etc.
Pero hay un problema. En esta etapa podemos enfocarnos demasiado en las cosas que hacemos para Dios, y olvidamos a Dios en el proceso. Estamos tan enamorados que perdemos de vista lo más importante.
Eso nos lleva a la segunda etapa…
Etapa 2: Amor probado
… De cuando me seguías en el desierto,
Por tierra no sembrada.
En esta etapa vemos que el amor joven ha pasado. Ahora llega la etapa del Amor Probado.
Aquí nos toca seguir a Dios por el desierto. Para el pueblo de Israel, esto fue literal. Después de aceptar el pacto en el Sinai, el Señor los llevó por el desierto. ¡Vaya luna de miel!
El desierto es un tiempo de pruebas y procesos. Es un tiempo de tormentas amenazando con destruir la barca.
Es un tiempo de escuchar los relámpagos rompiendo el silencio del alma. Son momentos difíciles, pero inevitables.
Yo recuerdo esos días de prueba. Sentía mucho dolor por las discusiones familiares. Estaba deprimido porque debía escoger entre agradar a mis padres o agradar a Dios.
Durante estos días no dejaba de buscar al Señor. A veces sentía que estaba cerca y otras veces parecía que Él está lejos.
Pasaba tiempo en oración y en ocasiones no escuchaba nada. Me preguntaba, ¿dónde está el Señor?
Aquí es donde el asunto se pone interesante.
Si estás en la etapa del Amor Probado, serás tentado a buscar consuelo en otros brazos, porque sientes que Dios te abandonó. Quizás permitirás que cosas buenas ocupen el lugar de Dios. Y entonces tendrás un romance malo.
De repente,
- No tenemos tiempo para orar porque estamos muy ocupados con los hijos.
- Dejamos de congregarnos porque los domingos necesitamos descansar.
- Ya no somos generosos, porque los problemas económicos van primero y hay que pagar el préstamo.
- Evitamos hablar con los hermanos de la iglesia porque pensamos que son hipócritas, que no nos buscan o no nos aman.
- Tampoco servimos en la iglesia porque tenemos pecados ocultos y nos sentimos indignos.
Comenzamos a darle nuestro amor a cosas que no pueden amarnos como Dios. Entramos en un romance malo, tóxico y dañino. Olvidamos que solo Dios puede amarnos en verdad y que las pruebas son parte del plan.
Las pruebas son necesarias porque revelan lo que hay en el corazón. Las pruebas purifican la fe.
Cuando las cosas se ponen difíciles es que descubrimos dónde está nuestra confianza.
Cuando la situación es dolorosa, es más fácil caer en las tentaciones y enamorarnos de un ídolo. Pero los ídolos no aman a nadie. Los ídolos son mentirosos: prometen ayudarnos pero terminan esclavizándonos.
¡Qué difícil es esperar tranquilos por la salvación del Señor! Pero no permitas que la prueba te aparte de Dios. No permitas que las dificultades debiliten tu fe. Al contrario, ahí es donde puedes conocer a Dios mucho mejor.
Porque el gran amor del Señor nunca se acaba. Aunque seamos infieles, Él nunca dejará de ser fiel. Busca Su reino y Su justicia primero. Búscalo con todo el corazón. Persevera en la prueba y recibirás la corona de la vida eterna.
Eso nos lleva a la tercera etapa.
Etapa 3: Amor Eterno
En Jeremías 31:1-3 NBLA leemos…
«En aquel tiempo», declara el Señor, «Yo seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellos serán Mi pueblo». 2 Así dice el Señor:
«Ha hallado gracia en el desierto
El pueblo que escapó[a] de la espada:
Israel, cuando iba en busca de su reposo».3 Desde lejos el Señor se le[b] apareció, y le dijo:
«Con amor eterno te he amado,
Por eso te he sacado con misericordia.
En todas las historias románticas, hay un momento de reconciliación.
Además, los procesos y las pruebas no duran para siempre. El Señor promete liberación y restauración.
Después de las pruebas, cuando fallamos y pensamos que todo está perdido. Cuando creemos que no somos dignos de ser amados. El Señor enfrenta tormentas, obstáculos, desafíos e incluso a la muerte para rescatarnos. Porque El amor del Señor es eterno.
Después de las pruebas, nos quedan cicatrices en el corazón. Llevamos las marcas de Cristo. Recordatorios de que somos aceptados por Dios a pesar de haber fallado y pecado. Porque El amor del Señor es eterno.
Después del desierto, las tormentas y las tribulaciones, hay crecimiento y gozo. Porque el amor del Señor es eterno.
Si estás en esta etapa, seguro has probado la fidelidad de Dios. Has visto la mano de Dios obrando en tu vida. Has visto el poder de Dios y sus milagros. Tienes una historia que contar.
Aquí es cuando decidimos confiar en el Señor y en su amor perfecto, santo y bueno. Porque su amor es eterno.
¿Y qué de nosotros? Bueno, a pesar de que nuestro amor no es como el amor de Dios, ahora es un amor maduro, fuerte y firme. Porque…
El amor eterno del Señor es la garantía de un romance bueno.
Y esa es la clave para tener un romance bueno con Dios. Recibir su amor y amarlo con el corazón, no solamente con palabras sino con las acciones. Porque las acciones son el lenguaje del corazón. Y Dios mira el corazón.
Y para terminar
En una relación tóxica, no hay reciprocidad. No hay un intercambio de dar y recibir amor. Pero en una relación saludable, damos y recibimos amor.
El Señor nos ha dado su amor, es tiempo de corresponderle. La mejor manera de demostrar amor a Dios es obedeciendo su palabra con todo el corazón.
Porque Dios nunca rechaza un corazón sencillo y humilde; Su comunión y relación intima es con los humildes. Cuando obedecemos sus mandamientos estamos entonando una canción de amor. Estamos diciendo: Señor, te amo.
Mi oración es que Dios nos de un corazón humilde y sincero, que se derrita por Su amor eterno y que anhele conocerle más cada día.
Que nuestro corazón esté enamorado del Príncipe de Paz y que al mencionar Su nombre, nuestro ritmo cardíaco aumente.
Que nuestra relación con Él esté basada en amor y temor a Su nombre, no en el temor a ser condenados por no cumplir con rituales religiosos.
Que tengamos un romance bueno con el Amado de todas las naciones.
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Escrito originalmente para la Red de Lideres Juveniles.
Original photo from Markus Spiske, via Unsplash.com