Soy de los que sigue creyendo en los milagros. En los eventos inesperados. En la «suerte». Podrán llamarme ingenuo o que vivo en las nubes, quizás; pero aquellos que no se arriesgan a creer nunca podrán ver cosas que ni se imaginaron aunque otros se las cuenten. Yo prefiero perder luchando, a perder sin luchar; prefiero decepcionarme por haber creído que se podía, a vivir una vida decepcionante por no haber creído que se podía; prefiero intentarlo y morir en el intento, a morir de la vergüenza de no haberlo intentado. Yo prefiero seguir creyendo en lo imposible pues lo posible carece de sentido cuando lo comparas con la emoción de lo inesperado, de lo fortuito, de ser testigo de un milagro, de algo que difícilmente pasaría pero que querías que pasara.
Tengo algo bien claro: siempre existe una posibilidad. Y aunque no exista ninguna, el simple hecho de imaginar que pueda existir alguna, hace que lograr lo imposible sea cuestión de esfuerzo y cuando al menos, de suerte.
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