Tengo el mejor entrenador de todos, el más sabio y amable, el más inteligente y exitoso. Él sabe desarrollar mi potencial y llevarme a nuevas fronteras de mi crecimiento, desafiandome a intentar nuevos ejercicios, a enfrentar nuevos desafios, a conquistar nuevos retos, a lograr lo imposible.
Mi entrenador me ha dado todo lo que necesito para hacer mi papel en el equipo, él conoce mis debilidades y trabaja conmigo todo el tiempo para fortalecerme en ellas. Me anima a seguir progresando, dejando atrás mis temores, avanzando hacia la victoria.
He tenido días muy buenos dentro del equipo, otros días no han sido tan buenos. De todos modos, estoy agradecido por ellos aunque en el momento quise renunciar. Todos en el equipo hemos pasado por ahí pero nuestro entrenador nos da su consejo y consuelo. Aun esas veces en las que fallamos o sufrimos alguna lesión, él busca la forma de sanarnos y nos dice: «No temas».
En verdad no me puedo quejar de mi entrenador sino lo contrario. Alabo su forma de trabajar y reconozco que lo amo. Amo su forma de hablarme, de cuidarme, de corregirme, de conocerme, de desafiarme y empujarme, de amarme. Él es el mejor entrenador que alguien puede tener.
Para mi entrenador somos una familia. Discutimos entre nosotros, nos quejamos a veces, somos diferentes (ya te lo dije, ¿no?). Sin embargo hay una meta comun entre nosotros y nos apoyamos mutuamente, nos soportamos y seguimos juntos.
Todos en mi equipo somos diferentes, tenemos diversas funciones y responsabilidades, incluso aquellos que jugamos la misma posición sabemos que jugaremos de forma distinta porque somos distinos. Eso no le preocupa a mi entrenador, él nos ama a todos por igual y nos exige según lo que su sabiduría y experiencia le dictan.
Ultimamente he estado preguntandole sobre sus planes para mi dentro del equipo y lo escucho decir: «Confia». Esa es una de sus palabras favoritas, siempre la usa para demostrarnos que tiene el control y que está presente. Él siempre está presente, apoyandonos en las pruebas, disfrutando nuestras victorias, corrigiendo nuestras derrotas, celebrando nuestro triunfo. Nunca descansa ni se cansa, nunca se rinde ni desmaya. Siempre está presente.
Mi entrenador tiene grandes planes para el equipo y soy muy afortunado de pertenecer a él. Soy uno de muchos jugadores y tengo un papel importante aunque no inprescindible. ¿Qué ganaría yo comparandome con otros? Eso es el trabajo del entrenador, él es justo, siempre y siempre.
Mi entrenador es Dios y él sabe donde puedo jugar mejor.