Cinco meses y medio han pasado desde que me subí a un avión aquella oscura madrugada y aterricé en Florida. En mi maleta tenía el 90% de mis pertenencias (pues no tenía muchas cosas materiales); ropa, libros, varios regalos, unas cuantas preguntas y mucha fe, porque salir de la barca nunca es seguro, pero es la única manera de caminar sobre el agua.
Cinco meses y medio han pasado, llenando mi vida de experiencias inolvidables, memorias imborrables y testimonios demostrables, comprobando que las misericordias de Dios son nuevas cada mañana y que Él nunca desampara a los que lo buscan, aprendiendo y enseñando, conociendo y dejándome conocer, celebrando que mi alma sea restaurada y mi espíritu preparado para la siguiente etapa de mi viaje.
Cinco meses y medio han pasado y ahora estoy aquí, otra vez en medio de la oscuridad, volando a miles de pies sobre la tierra. Miro por mi ventana y solo veo la luz intermitente de una ala del avión. Creo que es todo lo que necesito ver por ahora para seguir avanzando sobre el aire. Que bueno que el piloto sabe a dónde vamos y todo lo que debo hacer es permanecer dentro del avión. Que bueno que Dios tiene el control de mi vida y que con Su amor inagotable me guía un paso a la vez.
Cinco meses y medio han pasado, ya es tiempo de volver a mi tierra.
Gracias por esta promesa, David.
“El Señor afirma los pasos del hombre cuando le agrada su modo de vivir;”
Salmos 37:23 NVI